Virada
Despojarme del deseo ajeno
y así encontrar en mí mi propia vida,
con ojos abiertos, antes ciegos
verme animada y no abatida.
Entera tras haber llorado el duelo
de aquella que infalible se creía,
asomarme a mi alma y tras su velo
a mi sombra darle, al fin, la bienvenida.
Desterrar de mi voz, por siempre,
la queja que impiadosa victimiza,
sabiendo mi dolor tan mío,
como mi calma, mi inquietud, mi dicha.
Liberada de ignorantes promesas
que por bienintencionadas yo creía,
vivir con la única certeza
de que en nada existen garantías.
Adueñarme de una vez, y hasta la muerte
de cada paso que doy, de mis pisadas,
y admitir de corazón y mente
que solo de ser libre soy esclava.
Comentarios