Hipocresítica
En tiempos electorales mi nivel de dignidad baja a niveles extremos, y me sobreviene un raro sentimiento de admiración hacia la gente que todavía cree en algún político argentino.
Admiración, mas que nada, por la capacidad que de algún modo construyeron para no sentirse las fichitas (rojas o verdes, da igual) de un juego de hipocresías cruzadas, donde frases como "el muerto se rie del degollado" es lo mínimo que aplica.
Millones de pesos dirigidos a desprestigiar al otro, para tapar las propias falencias (o el propio vacio); cientos de "minutos" y "páginas" intentando vender burbujas de colores a clientes potenciales o existentes que, aunque terminen siendo víctimas de un engaño, no se verán protegidos por "defensa del consumidor".
Todo controlado, todo manipulado, todo negociado hasta el punto de que el fanatismo tenga precio (y ni siquiera muy alto).
Me siento tonta haciendo la cola para votar en la mesa que me toca, siento como si una cámara me estuviera filmando, y varias personas detrás de un monitor se estuviesen riendo de mi y, por supuesto, de todo el resto de los muñequitos que obedientemente caemos en la trampa.
Siempre digo que es mejor creer en algo, que es mejor cuestionarse poco y comprar algunas cosas sin leer los ingredientes. Creo que en cualquier causa existe un grado de fé indispensable para salud del alma, y por suerte hay gente que todavía lo conserva.
Brindo por ellos, y acompaño en sentimiento al que ya no puede evitar ver el vicio oculto detrás de todas las caras que nos sonríen desde los afiches publicitarios.
Admiración, mas que nada, por la capacidad que de algún modo construyeron para no sentirse las fichitas (rojas o verdes, da igual) de un juego de hipocresías cruzadas, donde frases como "el muerto se rie del degollado" es lo mínimo que aplica.
Millones de pesos dirigidos a desprestigiar al otro, para tapar las propias falencias (o el propio vacio); cientos de "minutos" y "páginas" intentando vender burbujas de colores a clientes potenciales o existentes que, aunque terminen siendo víctimas de un engaño, no se verán protegidos por "defensa del consumidor".
Todo controlado, todo manipulado, todo negociado hasta el punto de que el fanatismo tenga precio (y ni siquiera muy alto).
Me siento tonta haciendo la cola para votar en la mesa que me toca, siento como si una cámara me estuviera filmando, y varias personas detrás de un monitor se estuviesen riendo de mi y, por supuesto, de todo el resto de los muñequitos que obedientemente caemos en la trampa.
Siempre digo que es mejor creer en algo, que es mejor cuestionarse poco y comprar algunas cosas sin leer los ingredientes. Creo que en cualquier causa existe un grado de fé indispensable para salud del alma, y por suerte hay gente que todavía lo conserva.
Brindo por ellos, y acompaño en sentimiento al que ya no puede evitar ver el vicio oculto detrás de todas las caras que nos sonríen desde los afiches publicitarios.
Comentarios