Dejarlos crecer
Últimamente, con Sofi de 17 meses tomando teta, estoy expuesta a que muchas personas a quienes quiero o respeto, me aconsejen amigablemente: "dejala crecer...".
Lo hacen (o yo lo escucho) con un tono comprensivo, que deja implícito un "yo se que te cuesta, que es dificil dejarlos ir..."; y se me viene a la mente la imagen de una madre aferrada al vestido de novia de su hija de 27 años, implorándole que no se case para que puedan así perpetuar su vida juntas (!).
Es posible que tenga una tendencia (como una misión de vida) a proclamar mi fe en este asunto de la crianza 'con apego' (o como prefieran llamarla), y por eso voy desarrollando diferentes reacciones según lo requiera la situación.l
Si el interlocutor es muy racional, saco el rollo de "la evidencia científica" e intento poner en tela de juicio lo que dijo el pediatra, el psicólogo o la seño del jardín; lo leído en infinidad de best sellers, revistas y publicaciones online sobre crianza; o lo comunicado en forma super amigable en un reality de Discovery Home & Health.
Algunos nos informamos tanto respecto de ciertos temas y construimos tanto en torno a esa información, que preferimos sostener la creencia, por poner un ejemplo, de que los chicos que colechan están tristemente destinados a ser seres inseguros y dependientes por el resto de sus vidas, antes que asumir el costo, percibido como 'muy alto', de cambiar un estilo de vida completo, de reconstruir el discurso y de parecer totalmente trastornada.
Yo lo hice! Cambié drásticamente muchas de mis creencias respecto de qué es "lo mejor" para mis hijos (y volví loco a mi marido!), pero no es algo que hice por pura voluntad, sino que el caudal del nuevo conocimiento arrasó con casi todo lo que consideraba saludable y no hubo forma de seguir aferrada a ningún preconcepto.
Creo que el 'saber' algo nos hace responsables, y una vez que se instala la idea de que otra cosa es mejor, es muy difícil no cambiar (o llegado el caso, convivir con la culpa), por eso, lo más 'seguro' es evitar acercarse demasiado a filosofías que amenacen el 'statu-quo'.
Si estoy con ánimos "activistas", enarbolo mi bandera y defiendo mi causa criticando lo mucho que nuestra sociedad se alejó de su naturaleza; o la liviandad con que la gente se toma la atribución de dar su opinión cuando nadie se la pidió.
Generalmente, el ping pong de argumentos para una y otra postura se pone caliente, y es casi nula la probabilidad de que alguna de las partes modifique, aunque sea parcialmente, su idea original.
Cuando la otra persona me parece demasiado impermeable o desconocida (porque los desconocidos también opinan), intento directamente evitar el tema, y respondo con un "siii, viste!?... es terrible..." al consabido "todavía le das teta...!??", tal como lo hubiese hecho ante un comentario de corte climático cruzado en el ascensor de la oficina.
Y por último, si estoy en un dia tranquilo, decidida a mantener la paz, ofrezco alguna respuesta mas romántica, tipo "y siii... la disfruto ahora... porque crece tan rápido..."; o pseudograciosa "y bueno... para cuando tengan 18 seguro duermen solos...".
Lo hacen (o yo lo escucho) con un tono comprensivo, que deja implícito un "yo se que te cuesta, que es dificil dejarlos ir..."; y se me viene a la mente la imagen de una madre aferrada al vestido de novia de su hija de 27 años, implorándole que no se case para que puedan así perpetuar su vida juntas (!).
Es posible que tenga una tendencia (como una misión de vida) a proclamar mi fe en este asunto de la crianza 'con apego' (o como prefieran llamarla), y por eso voy desarrollando diferentes reacciones según lo requiera la situación.l
Si el interlocutor es muy racional, saco el rollo de "la evidencia científica" e intento poner en tela de juicio lo que dijo el pediatra, el psicólogo o la seño del jardín; lo leído en infinidad de best sellers, revistas y publicaciones online sobre crianza; o lo comunicado en forma super amigable en un reality de Discovery Home & Health.
Algunos nos informamos tanto respecto de ciertos temas y construimos tanto en torno a esa información, que preferimos sostener la creencia, por poner un ejemplo, de que los chicos que colechan están tristemente destinados a ser seres inseguros y dependientes por el resto de sus vidas, antes que asumir el costo, percibido como 'muy alto', de cambiar un estilo de vida completo, de reconstruir el discurso y de parecer totalmente trastornada.
Yo lo hice! Cambié drásticamente muchas de mis creencias respecto de qué es "lo mejor" para mis hijos (y volví loco a mi marido!), pero no es algo que hice por pura voluntad, sino que el caudal del nuevo conocimiento arrasó con casi todo lo que consideraba saludable y no hubo forma de seguir aferrada a ningún preconcepto.
Creo que el 'saber' algo nos hace responsables, y una vez que se instala la idea de que otra cosa es mejor, es muy difícil no cambiar (o llegado el caso, convivir con la culpa), por eso, lo más 'seguro' es evitar acercarse demasiado a filosofías que amenacen el 'statu-quo'.
Si estoy con ánimos "activistas", enarbolo mi bandera y defiendo mi causa criticando lo mucho que nuestra sociedad se alejó de su naturaleza; o la liviandad con que la gente se toma la atribución de dar su opinión cuando nadie se la pidió.
Generalmente, el ping pong de argumentos para una y otra postura se pone caliente, y es casi nula la probabilidad de que alguna de las partes modifique, aunque sea parcialmente, su idea original.
Cuando la otra persona me parece demasiado impermeable o desconocida (porque los desconocidos también opinan), intento directamente evitar el tema, y respondo con un "siii, viste!?... es terrible..." al consabido "todavía le das teta...!??", tal como lo hubiese hecho ante un comentario de corte climático cruzado en el ascensor de la oficina.
Y por último, si estoy en un dia tranquilo, decidida a mantener la paz, ofrezco alguna respuesta mas romántica, tipo "y siii... la disfruto ahora... porque crece tan rápido..."; o pseudograciosa "y bueno... para cuando tengan 18 seguro duermen solos...".
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