Mi "Love Story"
Esta mañana festejamos el cumpleaños una de mis compañeras de la oficina y, como es habitual en estos casos, todos (incluido el jefe) nos congregamos en su escritorio, a primera hora, para desayunar con cosas ricas.
Entre budín de naranja y pasta frola casera, salió el tema de como fue que Leo y yo nos conocimos, y volví a relatar la entretenida anécdota que, por haber sido contada tantas veces, ya casi se recibe de "cuento" (sin que esto signifique "ficción"!), y que como todo cuento, merece ser escrito.
Así que aquí voy.
A Leo lo conocí en 1998, pero de eso me olvidé en un par de meses. Él trabajaba en una peluquería, enfrente de la casa de mi abuela, en el barrio de Villa Real.
Parte 0: RG
Un día, no me puedo acordar cuántos años tenía, mi tía me llevó a la peluquería de Roberto Giordano para ver si podían ayudarme con mi pelo, que reunía una serie de condiciones indeseables como 'quebradizo', 'frizz' y 'con rizos indefinidos', entre otras que en ese momento no se conocían con nombres tan mediáticos.
Puede sonar gracioso pero, para mí, ir a Giordano equivalía a ir a EEUU a hacerse una de esas operaciones que no se hacen en Argentina y que te pueden salvar la vida. Porque desde chiquita tenía serios problemas con mi pelo y hasta una vez, una peluquera de mi barrio me sugirió que me pele!! (hay gente que es muy desubicada!!).
El plan funcionó y me trataron con un "estiramiento de raíces" (síi!! eso es lo que yo necesitaba! una solución 'de raíz'!), que terminó siendo el primer paso hacia un pelo con mayor 'aceptabilidad social'.
Parte 1: Año 1998
Para Mayo de 1998, me habían desvinculado de mi puesto en Editorial Atlántida y, como mi abuela se tenía que operar de la vista y mi mamá trabajaba, me quedé disponible para acompañarla (en lugar de buscar otro trabajo).
Aunque yo estaba cursando el último año en la universidad, tenía demasiado tiempo libre (al menos más del que podía administrar), y quizás fue por eso que entré un dia en la peluquería 'de enfrente' a interorizarme sobre un cartel que, pegado en la vidriera, decia: "se necesita modelo para pruebas de alisado".
Yo de modelo, la verdad, nunca tuve nada, pero mi búsqueda de 'un pelo mejor' seguía vigente, así que enseguida acepte acompañar al dueño a vender su producto para alisados, y presté mis mechones (uno en cada salón que visitábamos) para que demuestre su magia, a cambio de terminar con una aplicación completa y gratuita en toda mi cabeza (qué negocio redondo!!).
Leo trabajaba ahí como asistente. Los dos estábamos de novios con otras personas. Él con su novia policía, yo con mi novio sin abono, con el que iba y venía desde los 16 años. Nunca pude acordarme si en aquel momento hubo algo de onda o si nos fuimos indiferentes.
Pasó que en ese tiempo mi abuela se puso muy mal (aunque la cirugía de la vista había salido bien) y durante un mes la cuidamos (ella en la cama, sin levantarse para nada, sin comer, sin hablar, sin reconocer...), hasta que un día murió y yo dejé de frecuentar su barrio.
Acompañar a mi abuela en sus últimos días fue una experiencia tan intensa para mis 22 años, que todo lo 'anexo' que hubiere sucedido en esos días (incluyendo el hecho de conocer a Leo) fue a parar directo a un rincón en el desván de mi memoria, por donde nunca paso a buscar nada.
Parte 2: Tres años después
Un sábado yo atravesaba uno de esos ataques de infravaloración personal, típicamente femeninos, ya no tenía novio y me rodeaban un par de indeseables e inconvenientes, así que decidí ir a la peluquería a ahogar mis penas. Y como la situación ameritaba un cambio drástico, decidí volver a las fuentes: RG era mi plan para esa tarde.
Salí de mi casa, donde ya vivía sola, en Villa del Parque, y me tomé el tren con la idea de bajar en Puente Pacífico y combinar con el subte D hasta el Alto Palermo, pero a medio camino cambié de idea, me bajé en Chacarita, y tomé la línea B hasta el Abasto.
Me registré en la recepción, sin ninguna idea clara de lo que quería, y un asistente vino a recibirme. El chico, altísimo, me saludó y me pidió que lo acompañe al sector de color, donde me harían una prueba de alisado (sí, una prueba, no había garantías de que yo salga feliz de ahí, ni siquiera pagando!). Al segundo paso me dice "yo te conozco de algún lado", ah bueno! lo que me faltaba! además de sentirme horrible, tenía que soportar el típico 'levante con frases hechas', noo, si ese no era mi día!.
Le contesté un "yo no" (o similar) muy antipático, me senté donde me indicó y me dejó sola. Al rato volvió y se puso a charlar conmigo (mientras yo esperaba a no sé quién), me volvió a decir que me veía cara conocida y aflojé un poco, quizás era verdad que le hacía acordar a alguien, no daba para ser tan amarga, así que intenté ayudarlo: que dónde vivís, que a qué colegio fuiste, hasta que le conté que yo solía andar mucho por Devoto (Villa Real) en la casa de mi abuela... y entonces ahí 'me sacó'! yo era la chica que había ido como "modelo" a la peluquería en la que él trabajaba!.
Me lo dijo, y fue como intentar poner en marcha un auto, por primera vez en tres años. Veía, como en un flash, la imagen de la peluquería, y se iba. Otro flash, el dueño de la peluquería (MAD). Y así, entre recuerdos confusos y borrosos, lo empecé a recuperar. Me acordé que una vez me había lavado el pelo... no mucho más, es el día de hoy que no tengo muchos más recuerdos de él en aquel momento!
Con el descubrimiento de que nos conocíamos de antes, fue desapareciendo el mal humor, y empezó el 'coqueteo'.
Esa tarde me fuí de RG con un baño de crema (mi prueba de alisado había dado negativo: si me lo hacía, mi pelo se iba a romper!), un montón de productos que Leo me vendió y... con una cita para la noche! (que, según acuerdo previo, dejaba a mi amiga Andrea, sin compañera de ronda).
Parte 3: Alejarse para volver con más fuerza?
A pesar de que hubo mucha onda desde la primer salida, y durante un mes (más o menos) parecíamos seres rodeados de maripositas, un día me dejó de llamar.
Probé una vez, una excusa para no vernos. Probé otra vez, otra excusa más. Y después del tercer "no puedo" entendí que ahí había algo más, le dije que estaba todo bien con él, pero que yo no llamaba más, que si un día tenía ganas, me llamara él.
En un momento me acordé que le había dado llaves de mi departamento (qué loca! recién lo conocía!!) y caí un mediodía en el Abasto, en mi hora del almuerzo (en ese momento trabajaba en Telecom), a hacerle una escena medio rara de mujer despechada queriendo recuperar lo que es suyo (qué feo!!).
Pasaron dos meses! Yo elaboré un duelo completo, lloraba todas las noches (con el Reality "El Bar" en vivo, en mi tele), miraba tres millones de veces si el celular tenía señal y batería, me quemaba la cabeza pensando que tal vez hubiese sido el amor de mi vida y no tuve la oportunidad de llegar a enterarme, pero no lo llamé ni una sola vez (y me sentía orgullosa de eso! porque con mi novio anterior no aguantaba ni un día entero!).
Llegó el día en que yo ya estaba lista para buscar otro 'candidato' (o no...), ya se me había pasado la tristeza, ya había entendido que él no iba a volver a llamar, que evidentemente yo no le interesaba y que, siendo así, mejor que todo se hubiese terminado a tiempo... y ahí, cuando dejé de esperar, llamó!
Aunque me daba fiaca volver a intentar (después de haber terminado la etapa de agonía pos-relación-de-menos-de-un-mes), acepté encontrarnos otra vez, y creo que hice bien, porque así fue que empezamos 'en serio' y así es como llegamos hasta este lugar, en el que hoy estamos.
Bonus Track 1
Un día, en medio de esos tres años en que Leo permaneció borrado de mi memoria, yo chusmeaba las góndolas de un bazar en Belgrano, cuando una gitana me dijo "¿querés que te lea las manos?", muy amablemente le respondí que gracias, pero que prefería que no, y ella dijo "bueno, igual te voy a decir una cosa" (la miré entre intrigada y asustada), "vos, al amor de tu vida, ya lo conocés".
Y puede que suene romántico, pero en realidad era escalofriante, porque eso, a juzgar por mis recuerdos activos, me condenaba a una lista de masculinos que mejor ni recordar!
La gitana tenía razón, ya lo conocía, pero no lo recordaba.
Bonus Track 2
Un día, salimos mi abuela y yo a tomar el colectivo para ir al Santa Isabel (por temas de la operación), y justo estaba Leo en la puerta de la peluquería, en la vereda de enfrente. Como ya nos conocíamos, crucé con ella a saludarlo y los presenté.
Mi abuela lo saludó con su invariable sonrisa (a la que tanto me recuerda Sofi, que siempre se ríe).
Este es otro de los dos recuerdos que logré recuperar, en relación a Leo, de aquellos días.
Leo también se acuerda de que la conoció y de cómo era; y, aunque no me acuerdo si después hablamos de él, me gusta pensar que ella conoció al que más tarde sería mi marido y el papá de sus bisnietos :)
NOTA ORIGINAL Y COMENTARIOS EN FACEBOOK
Entre budín de naranja y pasta frola casera, salió el tema de como fue que Leo y yo nos conocimos, y volví a relatar la entretenida anécdota que, por haber sido contada tantas veces, ya casi se recibe de "cuento" (sin que esto signifique "ficción"!), y que como todo cuento, merece ser escrito.
Así que aquí voy.
A Leo lo conocí en 1998, pero de eso me olvidé en un par de meses. Él trabajaba en una peluquería, enfrente de la casa de mi abuela, en el barrio de Villa Real.
Parte 0: RG
Un día, no me puedo acordar cuántos años tenía, mi tía me llevó a la peluquería de Roberto Giordano para ver si podían ayudarme con mi pelo, que reunía una serie de condiciones indeseables como 'quebradizo', 'frizz' y 'con rizos indefinidos', entre otras que en ese momento no se conocían con nombres tan mediáticos.
Puede sonar gracioso pero, para mí, ir a Giordano equivalía a ir a EEUU a hacerse una de esas operaciones que no se hacen en Argentina y que te pueden salvar la vida. Porque desde chiquita tenía serios problemas con mi pelo y hasta una vez, una peluquera de mi barrio me sugirió que me pele!! (hay gente que es muy desubicada!!).
El plan funcionó y me trataron con un "estiramiento de raíces" (síi!! eso es lo que yo necesitaba! una solución 'de raíz'!), que terminó siendo el primer paso hacia un pelo con mayor 'aceptabilidad social'.
Parte 1: Año 1998
Para Mayo de 1998, me habían desvinculado de mi puesto en Editorial Atlántida y, como mi abuela se tenía que operar de la vista y mi mamá trabajaba, me quedé disponible para acompañarla (en lugar de buscar otro trabajo).
Aunque yo estaba cursando el último año en la universidad, tenía demasiado tiempo libre (al menos más del que podía administrar), y quizás fue por eso que entré un dia en la peluquería 'de enfrente' a interorizarme sobre un cartel que, pegado en la vidriera, decia: "se necesita modelo para pruebas de alisado".
Yo de modelo, la verdad, nunca tuve nada, pero mi búsqueda de 'un pelo mejor' seguía vigente, así que enseguida acepte acompañar al dueño a vender su producto para alisados, y presté mis mechones (uno en cada salón que visitábamos) para que demuestre su magia, a cambio de terminar con una aplicación completa y gratuita en toda mi cabeza (qué negocio redondo!!).
Leo trabajaba ahí como asistente. Los dos estábamos de novios con otras personas. Él con su novia policía, yo con mi novio sin abono, con el que iba y venía desde los 16 años. Nunca pude acordarme si en aquel momento hubo algo de onda o si nos fuimos indiferentes.
Pasó que en ese tiempo mi abuela se puso muy mal (aunque la cirugía de la vista había salido bien) y durante un mes la cuidamos (ella en la cama, sin levantarse para nada, sin comer, sin hablar, sin reconocer...), hasta que un día murió y yo dejé de frecuentar su barrio.
Acompañar a mi abuela en sus últimos días fue una experiencia tan intensa para mis 22 años, que todo lo 'anexo' que hubiere sucedido en esos días (incluyendo el hecho de conocer a Leo) fue a parar directo a un rincón en el desván de mi memoria, por donde nunca paso a buscar nada.
Parte 2: Tres años después
Un sábado yo atravesaba uno de esos ataques de infravaloración personal, típicamente femeninos, ya no tenía novio y me rodeaban un par de indeseables e inconvenientes, así que decidí ir a la peluquería a ahogar mis penas. Y como la situación ameritaba un cambio drástico, decidí volver a las fuentes: RG era mi plan para esa tarde.
Salí de mi casa, donde ya vivía sola, en Villa del Parque, y me tomé el tren con la idea de bajar en Puente Pacífico y combinar con el subte D hasta el Alto Palermo, pero a medio camino cambié de idea, me bajé en Chacarita, y tomé la línea B hasta el Abasto.
Me registré en la recepción, sin ninguna idea clara de lo que quería, y un asistente vino a recibirme. El chico, altísimo, me saludó y me pidió que lo acompañe al sector de color, donde me harían una prueba de alisado (sí, una prueba, no había garantías de que yo salga feliz de ahí, ni siquiera pagando!). Al segundo paso me dice "yo te conozco de algún lado", ah bueno! lo que me faltaba! además de sentirme horrible, tenía que soportar el típico 'levante con frases hechas', noo, si ese no era mi día!.
Le contesté un "yo no" (o similar) muy antipático, me senté donde me indicó y me dejó sola. Al rato volvió y se puso a charlar conmigo (mientras yo esperaba a no sé quién), me volvió a decir que me veía cara conocida y aflojé un poco, quizás era verdad que le hacía acordar a alguien, no daba para ser tan amarga, así que intenté ayudarlo: que dónde vivís, que a qué colegio fuiste, hasta que le conté que yo solía andar mucho por Devoto (Villa Real) en la casa de mi abuela... y entonces ahí 'me sacó'! yo era la chica que había ido como "modelo" a la peluquería en la que él trabajaba!.
Me lo dijo, y fue como intentar poner en marcha un auto, por primera vez en tres años. Veía, como en un flash, la imagen de la peluquería, y se iba. Otro flash, el dueño de la peluquería (MAD). Y así, entre recuerdos confusos y borrosos, lo empecé a recuperar. Me acordé que una vez me había lavado el pelo... no mucho más, es el día de hoy que no tengo muchos más recuerdos de él en aquel momento!
Con el descubrimiento de que nos conocíamos de antes, fue desapareciendo el mal humor, y empezó el 'coqueteo'.
Esa tarde me fuí de RG con un baño de crema (mi prueba de alisado había dado negativo: si me lo hacía, mi pelo se iba a romper!), un montón de productos que Leo me vendió y... con una cita para la noche! (que, según acuerdo previo, dejaba a mi amiga Andrea, sin compañera de ronda).
Parte 3: Alejarse para volver con más fuerza?
A pesar de que hubo mucha onda desde la primer salida, y durante un mes (más o menos) parecíamos seres rodeados de maripositas, un día me dejó de llamar.
Probé una vez, una excusa para no vernos. Probé otra vez, otra excusa más. Y después del tercer "no puedo" entendí que ahí había algo más, le dije que estaba todo bien con él, pero que yo no llamaba más, que si un día tenía ganas, me llamara él.
En un momento me acordé que le había dado llaves de mi departamento (qué loca! recién lo conocía!!) y caí un mediodía en el Abasto, en mi hora del almuerzo (en ese momento trabajaba en Telecom), a hacerle una escena medio rara de mujer despechada queriendo recuperar lo que es suyo (qué feo!!).
Pasaron dos meses! Yo elaboré un duelo completo, lloraba todas las noches (con el Reality "El Bar" en vivo, en mi tele), miraba tres millones de veces si el celular tenía señal y batería, me quemaba la cabeza pensando que tal vez hubiese sido el amor de mi vida y no tuve la oportunidad de llegar a enterarme, pero no lo llamé ni una sola vez (y me sentía orgullosa de eso! porque con mi novio anterior no aguantaba ni un día entero!).
Llegó el día en que yo ya estaba lista para buscar otro 'candidato' (o no...), ya se me había pasado la tristeza, ya había entendido que él no iba a volver a llamar, que evidentemente yo no le interesaba y que, siendo así, mejor que todo se hubiese terminado a tiempo... y ahí, cuando dejé de esperar, llamó!
Aunque me daba fiaca volver a intentar (después de haber terminado la etapa de agonía pos-relación-de-menos-de-un-mes), acepté encontrarnos otra vez, y creo que hice bien, porque así fue que empezamos 'en serio' y así es como llegamos hasta este lugar, en el que hoy estamos.
Bonus Track 1
Un día, en medio de esos tres años en que Leo permaneció borrado de mi memoria, yo chusmeaba las góndolas de un bazar en Belgrano, cuando una gitana me dijo "¿querés que te lea las manos?", muy amablemente le respondí que gracias, pero que prefería que no, y ella dijo "bueno, igual te voy a decir una cosa" (la miré entre intrigada y asustada), "vos, al amor de tu vida, ya lo conocés".
Y puede que suene romántico, pero en realidad era escalofriante, porque eso, a juzgar por mis recuerdos activos, me condenaba a una lista de masculinos que mejor ni recordar!
La gitana tenía razón, ya lo conocía, pero no lo recordaba.
Bonus Track 2
Un día, salimos mi abuela y yo a tomar el colectivo para ir al Santa Isabel (por temas de la operación), y justo estaba Leo en la puerta de la peluquería, en la vereda de enfrente. Como ya nos conocíamos, crucé con ella a saludarlo y los presenté.
Mi abuela lo saludó con su invariable sonrisa (a la que tanto me recuerda Sofi, que siempre se ríe).
Este es otro de los dos recuerdos que logré recuperar, en relación a Leo, de aquellos días.
Leo también se acuerda de que la conoció y de cómo era; y, aunque no me acuerdo si después hablamos de él, me gusta pensar que ella conoció al que más tarde sería mi marido y el papá de sus bisnietos :)
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