Nostalgia del presente

Muchas veces Fran me dice "mami, cuando seas viejita voy a extrañar tu cuerpo", y esta noche me desvelé pensando que yo también los voy a extrañar cuando crezcan.

Voy a extrañar las risas fáciles, las tonterías habilitadas, la inocencia a prueba de todo, la picardía, la pureza, la sinceridad, las caricias sin precio, los abrazos y los besos, las palabras mal pronunciadas, la alegría desmedida.

Porque ya no serán estos mismos cuando crezcan.

Creo que si no me rescatan a tiempo, voy a pasar horas mirando los videitos que grabo con el celular (donde serán chiquitos por siempre) y llorando sin consuelo porque el tiempo nos ganó, mientras espero que vuelvan de bailar los sábados a la noche.

Es que, a pesar del cansancio que genera el hecho de convivir con energías muy superiores a la mía, me da tristeza pensar en una casa ordenada, sin juguetes de colores en cada rincón, sin libritos de cuentos a los pies de la cama, sin ropita chiquita tendida en la soga.

Entiendo que todo tiene su momento, que muy probablemente no tenga sentido pensar en esto ahora, que a medida que vayamos creciendo juntos, todos nos iremos acostumbrando sin grandes sobresaltos a nuestras nuevas formas, pero es sabido que nada tienen que ver la razón y el corazón, y este sentimiento de "nostalgia del presente" me persigue a sol y a sombra.

Se me ocurre que tal vez necesitemos vivir una determinada cantidad de "horas niño" antes de estar listos para despedirnos dignamente de sus infancias, y es probable que esta rutina imposible me esté dejando muy por debajo de un promedio razonable.

De repente se suman señales mostrándome que llegó la hora de dar el siguiente paso, de animarme a perder algunas cosas para hacerle lugar a otras, de arriesgar una vez más, de elegir estar más presente en una etapa sagrada que, en unos pocos años será, inexorablemente, parte de nuestro pasado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Salir del sobrepeso por la otra puerta

Fin de semana largo

...